¿Somos lo que comemos?
Últimamente se han puesto de moda establecimientos especializados en ofrecer desayunos en los cuales para poder entrar y consumir, necesitas prácticamente el nivel First de inglés. Palabras como: breakfast, brunch, bowls, smoothies, sándwich, cookies, smashed, pancakes, etc., están a la orden del día. Encontramos en sus cartas interesantes sugerencias a base de frutas, yogures, cereales, semillas y mucho aguacate y mucho hummus. Si vas con la intención de pedir un bocadillo de panceta con queso o darte un homenaje a base de callos con chorizo y garbanzos, te aconsejo que no entres porque este tipo de comida no te la van a servir. Son “coffees”, así se hacen llamar muchos que, para poder abrir, su manager junto al staff – seguimos con el estilo cool-anglosajón – tuvieron que cursar necesariamente (ya no sólo los clientes tienen que estudiar) un curso de nutrición y dietética como mínimo, si no un máster.
Está claro que la tendencia va por aquí y que pronto dejaremos de ver los típicos bares de toda la vida ofreciendo cortezas de cerdo a sus clientes para animarlos a consumir más cerveza. Obviamente, los clientes de estos respectivos bares no tienen nada en común. En uno nos encontramos al alegre y dicharachero cliente-taburete (conforman una misma entidad) orgulloso de su barriga cervecera, ansioso por explicar el último chiste de actualidad y así olvidar la depresión en la que se encuentra sumido. Y en el otro, gente guapa de figura estilizada, la mayoría ataviada con indumentaria deportiva que no sabes si van o vienen del gimnasio, o que simplemente se han vestido así para ir a desayunar.
También existe otro tipo de establecimientos: los denominados cafeterías-panaderías, que tienen como único propósito que comas mucho. Todos los productos tienen una oferta especial del día, tipo compre 3 y pague 2, compre 5 y le regalamos 5 más. Todo basado, naturalmente, en una propuesta de artículos de bajo coste elaborados a base de harinas procesadas industrialmente, lácteos y azúcares refinados, los denominados tres venenos blancos por su alto poder de adicción y porque se comen en exceso. Este último, el azúcar, es actualmente el peor enemigo del mundo, después de Putin claro está.
Hasta hace poco el enemigo número uno para el organismo era la grasa. Me alegro de que la OMS haya rectificado, incluyendo los lípidos (insaturados) como alimento necesario en nuestra dieta, ya no solo porque soy un gran aficionado a manjares ricos en lípidos sino también por mi profesión. Os recomiendo visitar la pestaña “Nutrición” de mi web foiegraselgreco.com donde podréis leer que el foie gras, al igual que el aceite de oliva y el jamón ibérico de bellota, es un gran aliado para combatir el colesterol malo. Dicho esto, no nos volvamos locos; como en todo, tenemos que ir con cuidado con las cantidades. Últimamente, es habitual escuchar que hay que comer de todo, procurando que el alimento sea lo más fresco posible y en pocas cantidades. Y aquí viene cuando el comer de todo tiene su asterisco: de todo no. Hay toda una industria alimentaria, controlada por corporaciones transnacionales, que nos ofrece, recomienda, incita a comer sus productos ultraprocesados (UPP) que, como todo el mundo sabe, a largo plazo pueden llegar a ser perjudiciales para nuestra salud. Estos productos, hoy en día, los encontramos en todos los supermercados del mundo con el beneplácito de los estados y, también los encontramos en los establecimientos cafeterías-panaderías que por sus ofertas acuden a desayunar y a comprar el pan, las pastas y los dulces gran parte de la sociedad media con recursos limitados. Entiendo perfectamente que desayunar en un establecimiento, llamémosles Coffees a partir de ahora, es excesivo económicamente y que no todo el mundo se lo puede permitir. Entiendo que comprar una barra de pan a 2€ para un solitario como yo, que vivo solo, no es un gasto importante, más cuando suelo comprar una o dos a la semana. Pero para una familia de 4 o 5 miembros que desayunan, comen, meriendan y cenan mayormente en casa y que tienden a comprar 8 o 10 barras, 16 o 20€ en pan diariamente, es un gasto inasumible. Pero entonces ¿es justo que se vean obligados a comprar artículos poco saludables y escasos en nutrientes? Empiezan por las mañanas comprando el pan, desayunando bollería y a continuación van al supermercado a comprar carnes y embutidos atiborrados de harinas, sales y glutamato monosódico que, aun cuando este último está admitido por la OMS – lo cual no significa que sea saludable –, es un potenciador artificial del sabor y un inhibidor de la hormona Leptina – que es la hormona encargada de avisarte que estás saciado y ya no tienes hambre -, lo cual provoca que no puedas parar de comer ¿es justo? Hasta ahora, estábamos acostumbrados a que intentaran manipular nuestra manera de pensar, pero somos conscientes de ello y suficientemente mayorcitos para dejarnos engañar o no. Pero manipular nuestras hormonas ¡sin ser conscientes de ello! ¿es legal? o ¿alguien tendría que tomar cartas en el asunto?
Volviendo a nuestros dos establecimientos tomados como ejemplo: el coffee y la cafetería-panadería, podemos llegar a entender por qué los clientes habituales de unos son delgados y están en forma y los otros son mayoritariamente personas con sobrepeso, propensos a adquirir enfermedades cardiovasculares y otros problemas de salud. Si es así ¿podríamos decir que la alimentación viene determinada por un aspecto económico? Por supuesto en mayor parte, pero no del todo. Una persona bien instruida y con pocos recursos económicos podría tranquilamente optar por desayunar tres zanahorias en lugar de tres cruasanes u optar a la hora de comer por una dieta rica en nutrientes sin necesidad de gastar mucho dinero. Ya tenemos un binomio: el aspecto económico y el aspecto educacional o de conocimientos adquiridos. Pero añadiría otro que es el social, que abarca el entorno en el que te mueves y que de manera inconsciente influye en tu día a día. Este último es la monda, porque todo hijo de vecino tendrá un consejo que darte con la buena intención de creerse de ayuda. Te explicará que ha leído en alguna parte o que ha escuchado que hay una manera de adelgazar 20 kilos en un mes. O que si comes tal con cual no engordarás. O que el ayuno intermitente es malo para la salud, o que es bueno, o que depende del metabolismo de cada uno; que hay personas a las que les va estupendamente, entre las que me incluyo, y que a otras les va fatal. Al final, las dietas están muy bien, sobre todo si están prescritas por un endocrino para solucionar alguna patología, pero en general pienso que mal gestionadas pueden llegar a estresarnos y acabar siendo contraproducentes. Mi estimado médico me dice que lo mejor es crear hábitos alimenticios saludables acompañados de ejercicio físico, también saludable; no nos volvamos locos. Pero en lo que insiste más es la palabra hábito, hacerlo por costumbre, incorporarlo a nuestro día a día. Raimon, estoy en ello.
Pero también te puedes rodear de gente del otro grupo, los que van a los Coffees, los que vienen o van al gym, los que se han preocupado de informarse de cómo deben comer leyendo libros escritos por profesionales en lugar de leer la página de “Cómo adelgazar 20 kilos en un mes” que aparece en la revista de prensa rosa del quiosco. Este sería un buen entorno social que nos influiría de forma positiva. Pasaría como con la moda que todos tendemos a seguirla, muchas veces inconscientemente. Sería como el dejar de fumar, ¿verdad que es más fácil dejar de fumar en un entorno de gente que no fuma que en otro que sí.?
Tenemos así un trinomio: el económico, el educacional y el social. Los tres constituyen el eje del bien o del mal, según como sea tratado. Si las instituciones mundiales destinadas a preservar nuestra salud quieren una sociedad sana y una sanidad que pueda atendernos adecuadamente deberían, por motivos morales y éticos, tomar cartas en el asunto y mirar de preocuparse muy seriamente del segundo de los aspectos, el educacional. Si se preocuparan por difundir a nivel global, seguramente a través de una materia escolar obligatoria, información verídica y contrastada sobre cómo tenemos que alimentarnos para estar sanos, y luchara contra la publicidad engañosa que nos incita a comer comida basura, solucionaría dos problemas a la vez: el educacional porque ayudaría a modelar una sociedad mejor informada, con una nueva conciencia, y el social porque éstos mismos se convertirían, para sus mayores, en prescriptores de una alimentación más saludable. Esto podría ser factible en la de la educación a nivel de primaria en los colegios. Utilizo el condicional porque soy conocedor, a través de una amiga profesora de primaria, que no sería tan fácil implementarlo, y que, de hacerlo, se tendría que hacer de forma muy minuciosa y estudiada. Pero ¿quién es el guapo que tendrá las narices, por no decir otra cosa, de enfrentarse a los todopoderosos monstruos de la alimentación, las empresas multinacionales tipo Unilevel, por ejemplo, que el año pasado facturó 52.200 millones de dólares? Los inspectores encargados de vigilar si los establecimientos en los cuales manipulamos alimentos cumplimos con la normativa están muy bien pero ¿qué pasa con los inspectores que tienen que tratar con las multinacionales de la alimentación? ¿tienen suficiente apoyo institucional para enfrentarse y abrir expedientes si fuera necesario? ¿Están las leyes al día en cuanto a qué se puede o no fabricar para el consumo humano? o ¿también estas empresas llegan a controlar la OMS? ¿Necesitamos crear un nuevo organismo a lo Eliot Ness para que en el futuro nuestros hijos se alimenten correctamente?
Los nuevos jóvenes cocineros que han estudiado en alguna de las estupendas escuelas de cocina que existen actualmente tienen muy en cuenta, a la hora de crear sus recetas, que sus platos sean equilibrados y nutritivos. Han estudiado, por ejemplo, que las proteínas generan unos desechos tóxicos (amoniaco) que, aunque el cuerpo los acaba eliminando, es bueno que a la hora de comer un alimento proteico lo combinemos con vegetales y frutos ricos en pigmentos antioxidantes como son los tomates, las zanahorias, etc., a poder ser ecológicos, lo cual ayudará a contrarrestar dicha toxicidad.
Por lo contrario, tenemos una mayoría de menús populares en los cuales encontramos verdaderas bombas para el organismo. Pongo un ejemplo que aparece últimamente mucho en estos tipos de menús: la carrillera de cerdo, que por sí sola es pura proteína con un porcentaje aceptable de lípidos, cero carbohidratos y cero azúcares; hasta aquí vamos bien. Pero resulta que el cocinero para hacer la salsa le ha añadido una pastilla de caldo de carne, que contiene una barbaridad de sal yodada, grasa vegetal de palma y potenciador de sabor (glutamato monosódico) entre otros ingredientes, y que para ligar la salsa, una vez reducido el vino, ha utilizado harina, en el mejor de los casos de maíz. Y para saciar al comensal acabará el plato con las indispensables patatas fritas cortadas en daditos que provocará que los carbohidratos y azúcares, que no habían sido invitados a la fiesta al final sean los que ponen la música. Si a este copioso plato, acompañado de un primero por el estilo y un postre industrial – estamos hablando de un menú popular de media de 13-14€ donde lo más fácil sea esto, despreocuparse de elaborar los postres – lo acompañamos del típico chupito, que un día nos ofrecieron por gentileza de la casa pero que ahora se ha convertido en un hábito, nos encontraremos exhaustos, sin energía suficiente ni para pedir la cuenta. Entonces pensamos, intentando concentrar en el cerebro la poca sangre que nos queda (está toda en la barriga) y se nos ocurre llamar al camarero, y pedirle, si es tan amable, de servir otro chupito para ayudar a hacer la digestión. ¿Quién es el guapo que puede seguir trabajando de forma provechosa el resto de la tarde si toda la energía está concentrada en intentar digerir lo ingerido? Imaginemos, por más inri, si convertimos esta forma de comer en una costumbre cotidiana.
En Alemania los hospitales ya están implementando buenos hábitos de alimentación saludables basándose, también, a utilizar productos ecológicos. Se han dado cuenta, mediante un estudio realizado, que los pacientes se recuperan antes. Al final, un paciente en un hospital cuesta un dinero, cuántos menos días esté ingresado mejor para él y mejor para la economía del país. Si, además, existiera por parte de los estados un interés en educar y concienciar desde las mismas escuelas a la juventud e incorporáramos más dietistas y más psicólogos a la Seguridad social – éstos últimos indispensables para tratar al cliente-taburete -, aspiraríamos a conseguir en un futuro una sociedad más sana y más barata.
Sebas
“Broma al canto”:
Quien utiliza la palabra Brunch pudiendo utilizar la palabra piscolabis no se ha ganado el desayuno.
😆
Salut Santi!
Salomé
El jordi diu que vinguis a casa que et faré un bon esmorzar de cassola I la farem petar!
Una abraçada
Alejandro Ferras
Aún recuerdo los desayunos de tenedor con tus padres y los mios o los días en que tú padre se presentaba en casa con una caja de ostras..
Ha llovido mucho pero son recuerdos que no se olvidan a pesar de que han pasado casi 70 años.
Miquel
Fantástico escrito!!! Quedamos en el bar antonio para celebrar tu poesía del buen YANTAR y nos hacemos unos callos y unos tintos ???
Que el antonio nos invita a unos chupitos!!!🙃🙃🙃🕺🕺🕺
Abrazos y cuídate el colesterol bueno !!
Edu
Muy interesante, genera debate. Te lo dice uno de taburete (Gelida…of course)
Teresa Martorell
M’agrada molt l’article! Molt instructiu, estaria bé que arribés a mans del departament d’educació 😉
Santi Grimau
hola Teresa, jajaja! moltes gràcies per la teva confiança!