Va per tu amic!
Quiero dedicar este capítulo a quien fue mi gran amigo Messi, que no es el Messi del Barça, actual jugador del Inter de Miami y de la selección argentina. Mi amigo Messi es otro personaje, casi tan famoso, pero en otro ámbito, el de sus amigos y en el profesional también porque regentó durante toda su vida la panadería-pastelería más famosa de la comarca. Hablo en pretérito porque, el pobre, falleció hace dos años. Una bellísima persona con unos valores y una condición humana como pocos, de la que me siento infinitamente afortunado y muy orgulloso, no sólo haber conocido sino también, de haber tenido la suerte de compartir gran parte de mi vida como el gran compañero de aventuras que fue.
El nombre de mi amigo Messi es, naturalmente, muy anterior a la aparición del mejor jugador de futbol de la historia. De hecho, fue él quien un día, viendo un partido del Barça como teníamos costumbre, nos habló por primera vez de un jovencísimo jugador de las categorías inferiores del Barça que, aseguraba, que sería un crack, superando al mismísimo Ronaldinho que en aquellos momentos era la sensación del fútbol a nivel mundial. Como era muy aficionado a exagerar, le hicimos, digamos que una cierta prudente confianza. Messi, mi amigo, nació un 13 de marzo de 1946, el mismo día, pero un año más tarde que mi otro amigo, el chef Claude Marco. Nos separaba una cierta distancia en cuestión de edad que nunca significó ningún problema, probablemente porque él era muy jovial y yo más bien un chico excesivamente serio y maduro para mi edad. Conciliamos bien por carácter y por principios, y nos hicimos buenos amigos. Se hacía llamar Messi desde pequeño, y al principio recuerdo que su nombre lo escribía con una “s”, Mesi de Nemesi, aunque su pronunciación era sorda y no sonora. Pero cuando la lengua catalana recibió un espaldarazo de manos de El Consorcio para la Normalización Lingüística (CPNL), en el año 1989, y ayudó a fomentar el conocimiento y el uso de la lengua catalana, prefirió cambiarlo a Messi porque en catalán para que la pronunciación de la “s” sea sorda hay que escribir con doble s.
Messi, ha sido el amigo con quien he compartido más horas de mi vida y como os podéis imaginar lo echo mucho de menos. Nuestra amistad comenzó cuando le conocí con apenas 23 años compartiendo una misma afición, el bowling. Nuestra situación laboral, él pastelero y yo restaurador, hacía que coincidiéramos a la hora de disfrutar de los mismos días de fiesta entre semana y también coincidíamos en nuestra época de vacaciones. Estas coincidencias y nuestro interés en practicar deportes hicieron que nuestras vidas se entrecruzaran.
Hablar de Messi es fácil para quienes le habéis conocido pero explicar cómo era a alguien que nunca ha tenido la suerte de hacerlo es complicado. Yo lo definiría como un maestro, un ilustrado renacentista transportado a finales del siglo XX e inicios del XXI. Una persona con una amplía cultura, gran lector y poseedor de una memoria infinita con quien podías hablar de todo y a la vez aprender a su lado. Tanto daba si el tema era científico o banal, de fútbol o de política, si era un tema cotidiano del día a día o metafísico o de la fusión de los átomos de hidrógeno. Daba igual, siempre era interesante hablar con él. Mi amigo Lluís Blay Roig, Sito, íntimo amigo de Messi, le preguntaba – “Com és que en saps tant?”- y Messi le respondía – “Perquè el que no sé m’ho invento”-. Seguramente era mentira pero a veces nos hacía dudar al comprobar cómo siempre tenía respuesta a todo.
Su fisonomía era muy peculiar y sus andares más. De piernas y brazos largos, andaba siempre de manera desgarbada dando largos pasos como si estuviera midiendo el suelo. Su melena rubia y su inconfundible sonrisa mostrando dos dientes incisivos, separados uno del otro por un vacío igual de grande que uno de sus dientes, hacía de él un personaje “diferente”. Así es como lo definía Sito: – “Messi es…. diferente!”- Sito, a quien adoro, es la persona más simpática y que más facilidad ha tenido siempre a la hora de querer entablar conversación con desconocidos y, además siempre caía bien. Ahora mismo acabo de recibir un mensaje suyo que me explica que está en Navarra en una fiesta organizada por familiares de Feli, su esposa, oriunda de allí. Me hace mucha gracia ver como a un catalán que habla castellano con acento catalán cerrado, de izquierdas e independentista, como yo, es acogido con el entusiasmo y cariño como el que le brindan sus amigos y familiares de Cintruénigo, y que a pesar de ser política e ideológicamente opuesto y, de haber discutido abiertamente de política con ellos, le reciben con los brazos abiertos siempre que le ven. Este es el tono que me gustaría ver en este país algún día en un futuro, si los políticos nos lo permiten, aunque lo dudo; el del respeto y admiración por nuestras peculiaridades como pueblos diferentes que somos, que no signifique un problema sino todo lo contrario, una riqueza que sume a fortalecer y nos lleve a sentirnos orgullosos de un estado federal al que tendríamos que aspirar a compartir algún día todos juntos, todos los pueblos que conformamos las distintas naciones que somos.
Sito explicaba siempre la misma historia que yo titulaba: “La historia del guapo simpático y del no-guapo y diferente”. Siempre ocurría en la barra de algún bar de algún lugar sin importancia donde casualmente se encontraban los dos, uno, el simpático, consumiendo un cubalibre, y el diferente, su inseparable RAF (sé que el no-guapo y diferente allí donde esté no se enfadará por llamarlo así, al contrario, siempre se reía). Sito decía que cuando iban los dos a un bar siempre se repetía la misma escena: él, Sito, de forma improvisada y natural entablaba rápidamente conversación con los tertulianos del lugar mientras que Messi, tímido y prudente, se mantenía callado al margen. Hasta que alguien, supongo que por darle chance en la conversación, le preguntaba por alguna cosa. Era abrir la boca y escucharle, decía Sito, que de pronto, toda la atención de la barra se desviaba en escuchar a Messi y dejando de prestar atención a Sito, y si lo hacían era para decirle: “¡Hostia! ¡Qué caña, tu amigo!”
Messi a la izquierda de la foto junto a su gran amigo Sito
Recuerdo dos anécdotas, las hay a miles; una fue en Mijas. Estábamos los dos de vacaciones jugando al golf, otra de nuestras locas e intensas aficiones. Una noche al salir de cenar del restaurante El Mirlo Blanco, nos disponíamos a regresar a nuestro hotel, caminábamos bajo un silencio absoluto, el pueblo dormía y no se escuchaba ni un alma, solo el crujido de nuestros zapatos pisando la calle. Cuando de pronto escuchamos a lo lejos unas notas musicales. Si una cosa tenía mi amigo era la dificultad de irse a dormir sin antes tomarse una copa. Decía que la necesitaba para digerir bien la comida y conciliar el sueño. Supongo que algo de verdad había, pero todos sabíamos que no siempre cenaba como para necesitar su ginebra con coca cola, que decía que era el mejor digestivo que existía. Algo más había, y era que le encantaba ir al bar después de cenar – como el devoto que va a misa – y alternar con conocidos y con desconocidos también – éstos últimos, siempre y cuando fueran ellos quienes iniciaran la conversación, no sé si os he comentado que era muy tímido – Aunque por lo popular y buena persona que era nunca nos lo encontrábamos sólo. Era extraordinario como cada una de las noches de su vida adulta acudía a tomarse sus gins con coca cola. Muy mal tenía que sentirse para no encontrárnoslo sentado en la barra del Palmeral en una primera época, en el Ronisón después y últimamente en el Altre món. Los bares aparecían y desaparecían según las modas y épocas, pero Messi permanecía. Era tanta la devoción que tenía por la “noche” que un día le pregunté – “Messi, ¿no te cansas nunca de salir todas las noches?”. Me respondía que muchas veces sí, y le preguntaba –“Entonces, ¿por qué sales?” -y me soltaba: “Porqué la noche que no salga y rompa con la costumbre, a la siguiente que quiera salir mi mujer me preguntará que ¿a dónde voy?, ¿que por qué salgo? Así que me obligo a salir cada noche.
Una de nuestras aficiones y que se nos daba bien practicarla, -hasta logramos competir en división de honor- eran los bolos, el bowling. Me estoy riendo por dentro ahora mismo recordando sus pasos previos a lanzar la bola. Primero, su posición de salida recordaba más a un “caganer”, una figura muy catalana que muchos conoceréis, porqué partía muy agachado pero lo que era desconcertante era verle dar 3 pasos en lugar de los 4 o 5 pasos que solía hacer cualquier otro jugador de bowling. Este estilo tan peculiar no le impedía ser un grandísimo jugador y un gran compañero. En una de nuestras salidas nos tocó ir a todo el club a competir a Aranda de Duero. Después de una estupenda cena todo el grupo más algún agregado –formábamos un grupo muy divertido al cual siempre se añadían jugadores de otros equipos que preferían salir con nosotros de farra que con los colegas de sus clubes. En el Asador de Aranda Jordi Abellán Martín, Toti, otro de mis grandes y queridos amigos, protagonizó una escena desternillante con el camarero que ha quedado en la memoria colectiva del Sitges Bowling Club. Mi amigo es de aquellos a los que les gusta abrazar, tocar, palpar, establecer un contacto físico con su interlocutor aunque sin posteriores intenciones. Él sentado, y con el camarero al lado, hablaba, mientras, inconscientemente, casi mecánicamente, le iba tocando la pierna. Empezó por la media caña y, poco a poco, subían sus dedos, sin darse cuenta. Hasta que el camarero, alcanzada ya su rodilla, le dijo impertérrito y muy educadamente: “No suba más, caballero”.
Nos fuimos, bien contentos y bien cenados, a tomar una copa a un lugar que nos aconsejó el impasible camarero protagonista de la divertida anécdota. Era una sala de fiestas muy elegante, con pequeñas mesas redondas y sillitas aterciopeladas, un poco rancio pero muy auténtico. Había un escenario muy grande, un teatrillo, donde los clientes del lugar subían a cantar. El nivel de canto era alto, muy profesional y los asistentes debían estar acostumbrados porque ninguno prestaba atención al cantante. Todos los presentes, la mayoría parejas de media alta edad, elegantemente vestidas, demasiado elegantemente vestidas, se encontraban enfrascadas en sus conversaciones en torno a las pequeñas mesitas redondas, juntándose mucho unos a otros para poder escucharse mejor. Toni Morató, junto a Manel Zapater, tuvieron la osada idea de añadir a la lista de voluntarios para subir a cantar a Messi, el cual no sabía nada. Hasta le escogieron una canción, la famosa copla “El tatuaje” de Conchita Piquer. Llegó el confabulado momento y el conductor de la velada, ayudado de su micrófono y desde lo alto del escenario llamó al siguiente cantante –“Por favor, démosle una cálida bienvenida a nuestro siguiente invitado a subir al escenario: Don Messi Pascual”-. Messi enfrascado con Sito reviviendo la escena del camarero con Toti, no se había percatado que le estaban llamando al escenario. Sorprendido, pero no disgustado dice: -“M’estan cridant a mi?- ¡Sí sí! ¡a tu a tu!- Sin enojarse por la jugarreta nos sonrió como diciendo: – Ei cabrons! M’he l’heu fotut amb traïdoria. Se levanta de su taburete y se dirige al escenario sin saber qué canción iba a sonar. Messi presumía de saberse más de 2000 canciones que aprendió escuchando la radio durante sus largas jornadas en el obrador y que nadie ponía en duda. Todos sabíamos que tenía una memoria descomunal, lo demostraba aprendiéndose con mucha facilidad los guiones de los personajes de teatro que tenía que representar porque también era actor. De hecho, fue uno de los actores fundadores de la compañía de teatro La Cubana que, por falta de tiempo libre debido a su oficio, tuvo que abandonar. Lástima porque le gustaba y tenía madera para ser una estrella, sobre todo tenía vis cómica. Una vez en el escenario y sin que nadie le prestará atención, a excepción de nosotros claro está, empezaron a sonar las primeras notas copleras. De pronto el Messi tímido y discreto se transformó en la bestia de actor que escondía en su interior y … empezó a cantar la primera estrofa: Él vino de un barco de nombre extranjero…. Bueno cantar, no es que cantará porque cantaba fatal, más bien recitaba. Eso sí, actuaba o más bien sobreactuaba mucho interpretando la letra de la canción; lo conseguía a base de gesticular de manera desproporcionada aportando más intensidad, más vigor, más énfasis a la representación, algo cómica. Parece mentira cómo una persona que por naturaleza es muy tímida logra transformarse en un monstruo de la escena perdiendo todo el pudor y vergüenza; le daba todo igual. Dicen que los mejores actores son tímidos, supongo que será por el hecho que al representar un papel uno deja de ser uno mismo y eso le ayudará a desinhibirse. En cambio sí que hubo miembros de nuestro grupo que se tuvieron que esconder detrás de los cortinajes de la sala porque sentían vergüenza ajena; a él ninguna, al contrario: le encantaba. Cantaba tan mal que a la primera estrofa parte del público se giraron para ver qué estaba pasando. Mostraban caras de asombro, de desconcierto, estaban completamente abrumados por lo que estaban presenciando pero a la vez no podían dejar de observarlo. Messi caminaba de extremo a extremo del escenario con sus grandes zancadas y sus exagerados aspavientos, arrodillándose, dramatizando, ya era igual cómo cantaba, todo el público estaba absorto viendo al artista dándolo todo. Hasta que llegó el momento más culminante, el final, cuando abriendo fogosamente su camisa con sus dos manos acaba diciendo:
Mira su nombre de extranjero
Escrito aquí, sobre mi piel
Si te lo encuentras, marinero
Dile que yo muero por él
Todo el público de la sala se levantó a aplaudirle y a vitorearle como si de un torero se tratara. Así era Messi.
Vuelvo a Mijas cuando estábamos caminando de noche volviendo al coche cuando, de pronto, escuchamos que a lo lejos sonaban unas notas folclóricas acompañadas de unas voces cantando. Nos miramos el uno al otro y nos dijimos – ¿nos acercamos a ver qué es? Nos adentramos en una de sus solitarias calles blancas; nos tenemos que ubicar, aunque Mijas es una destinación turística, estábamos en el mes de noviembre, entre semana y ya era más de medianoche. Llegamos frente a una típica casita andaluza cuyos bajos los habían convertidos en un bar, concluimos que era un bar por el rótulo luminoso pero apagado anunciando coca cola. En el interior había una barra con un camarero de aspecto muy andaluz que atendía a dos de los cuatro únicos clientes que había en la sala, todos con el mismo aspecto también muy andaluz. Una pequeña tarima presidía el fondo de la sala con dos músicos, uno con un cajón y el otro acompañado de una guitarra, y un cantante, el más joven de la estancia que, de manera sufrida y maravillosa, cantaba cante jondo.
Entramos y todos nos miraron como si fuéramos extraterrestres. ¿De dónde vendrán estos guiris a estas horas? se debían preguntar. La cosa se puso más rara todavía cuando Messi pidió las bebidas con su extremado acento y seseo catalán. Nos sirvieron nuestras bebidas: el gin cola de Gordons de siempre para mi amigo y para mí un White Label con Ginger Ale que al final tuvo que ser JB con cola. Para romper el hielo los músicos comenzaron de nuevo a tocar, cosa que agradecí porque me estaba sintiendo muy incómodo. Al cabo de un rato, un vecino de barra se gira hacia mí y me pregunta qué hacíamos por aquellos barrios y de dónde veníamos. Le respondí y le presenté a Messi, que ya estaba haciendo palmas al ritmo de la música. Empezaron a hablar los dos, se añadieron a la conversación el barman y otro cliente, y al poco rato estaban todos cantando y haciendo palmas entorno a Messi. Los cubatas nos fueron pagados por unos y por otros, acumulándose en fila en la barra, sin tiempo para poder bebérnoslos. Acabamos que ya casi era de día. Como decía el sabio de mi amigo Messi, las noches mágicas nunca se pueden programar, aparecen de forma imprevista cuando menos te lo esperas. Y esa noche fue una gran noche muy mágica.
Messi con una de sus grandes aficiones
Tengo mil anécdotas con Messi. Como, por ejemplo, una de las ocasiones que fuimos a esquiar. Teníamos por costumbre ir a la Vall d’Arán a esquiar todos los lunes y martes de invierno. Aquel día yo acababa de estrenar un Toyota Célica serie limitada Carlos Sainz, un bólido para aquella época, 1993. Cómo no sabíamos cómo se comportaba sobre la nieve y aquel invierno había nevado mucho se nos ocurrió ir a probarlo en el parking de Baqueira Beret. Un parking inmenso que de noche quedaba totalmente vacío. Así que fuimos y empezamos a dar trompos y a levantar nieves, revolucionando el motor al límite de su potencia. Se ve que debimos armar mucho escándalo ya que los guardias civiles, que estaban tranquilamente acuartelados al final del aparcamiento – no habíamos advertido que había cerca un cuartel de la guardia civil –, vinieron corriendo provistos de sus armas a rendirnos una visita. De repente, si darnos cuenta, nos habían rodeado encontrándonos de frente con uno de ellos encañonándonos con su subfusil. Acojonados, nos mandaron salir a punta de metralleta con las manos detrás de la cabeza. La situación se puso muy tensa hasta que Messi empezó a pedirles perdón, a decirles que éramos unos capullos, unos insensatos y que merecíamos todos los castigos del mundo pero, que lo habíamos hecho con la buena intención de probar el coche para aprender a controlarlo sobre la nieve y no causar ningún accidente – porque nosotros nunca llevábamos cadenas, faltaría más –. Que habíamos venido de noche sabiendo que el parking estaría vacío para no poner en peligro a nadie. Todo esto, naturalmente, implorando el perdón, suplicando, improvisando un papel, en definitiva, actuando. El guardia civil que se dirigía a nosotros se relajó, bajó el arma y nos preguntó:
– ¿pero no veíais que a apenas cien metros teníais todo un cuartel de la guardia civil que os estaba escuchando y os estaba viendo?
– La verdad es que no agente, si no, no lo hubiéramos hecho.
– Bueno, pues la próxima vez en lugar de venir aquí vais al parking de Beret, que allí no vive nadie y nadie os podrá ver. Es donde vamos nosotros cuando queremos probar un coche. Por cierto, vaya pepino de coche ¿Cuántos caballos tiene?. Es la réplica Carlos Sainz ¿verdad?
En fin, que nos fuimos habiéndonos hecho colegas de los guardias civiles.
Es lo que tenía Messi que caía bien a todo el mundo. Un día subiendo hacia la Vall d’Arán a toda leche, como era habitual, adelantando una columna de coches en el túnel de Vielha – antes no había línea continua y se podía avanzar – apuró tanto que el coche que venía de frente se tuvo que arrimar a la pared para no ser embestido. Fue todo tan justo que los dos coches pararon del susto. Resultó que el coche que venía de cara no era, ni más ni menos, que un Patrol de la guardia civil. Yo aquel día no iba en el coche y no lo presencié, pero me descojono cada vez que Sito explica la situación; cómo Messi se fustigaba lamentándose de que los podía haber matado, qué era un criminal, que no merecía vivir, dándose golpes a la cabeza contra el coche. Hasta que un guardia civil viendo el ataque de pánico que, supuestamente, estaba sufriendo, lo empezó a tranquilizar diciéndole que no había pasado nada, que nadie había sufrido daños y que se calmara. Al final, debió de ser tan convincente, que no le llegaron ni a multar.
Podría explicaros mil anécdotas suyas, mis años a su lado dan para muchas y muy divertidas pero lo que más echo de menos son nuestras conversaciones; qué divertidas eran y cuánto aprendí escuchándole. Un día le presenté a mi amigo Rafael Borràs Betriu, por su inteligencia y conocimientos pensé que podrían conciliar bien y así fue. Tomamos la costumbre de reunirnos el último viernes de cada mes a comer en un restaurante de Barcelona. Nos permitían, al terminar de comer continuar con nuestra tertulia a puerta cerrada durante toda la tarde. Hablábamos de todo, y sobre todo de política. Eran diálogos muy enriquecedores y entretenidos, sin discursos proselitistas ni lucha de egos. Messi y yo, cuando estábamos a solas también teníamos nuestras charlas de carácter más personal. Parece mentira que entre hombres, todavía hoy en día, no sea muy habitual este tipo de confianza – existe todavía un tabú en tratar según qué temas –, pero a nosotros nos daba igual; la confianza que nos teníamos el uno al otro nos permitía hablar sin ningún tipo de pudor. Han pasado casi dos años y pienso que todo está cambiando mucho y muy rápidamente. Seguramente, uno de los motivos sea que ya no está físicamente entre nosotros, al fin y al cabo, siempre ha sido un aglutinador de amistades, siempre estaba rodeado de amigos y no tan amigos. Es lo que pasa cuando uno es generoso, y él lo era mucho: no todos los que le rodeaban estaban por amistad, algunos estaban por simple interés o por una simple copa pagada. Pero Messi lo tenía muy claro, sabía perfectamente quienes eran sus amigos y quienes eran los gorrones, aunque nunca hizo un feo a nadie.
Son tantas las historias vividas y compartidas con él que, por un lado, reconforta recordarlas, es una forma de tenerlo siempre presente, pero, por otro, también nos recuerda que ya no está. Creo que no nos esperábamos una muerte tan rápida, sabíamos que estaba enfermo, que tenía un cáncer de próstata, pero él nos decía que estaba bajo control. Aunque no nos lo acabábamos de creer porque sabíamos que había metástasis, algunos de nosotros, al menos yo, queríamos creer, al igual que él creía, que era inmortal. Cuando ingresó en el hospital los Camilos y lo acomodaron en un ala destinada a los enfermos con necesidades de cuidados paliativos, me reuní con mi amigo Sito para advertirle de que el hecho que lo ingresaran en dicha planta significaba que la situación era más grave de lo que nos pensábamos, cosa que su familia todavía no era consciente. No fue ni a los tres días que los doctores reunieron a la familia e informaron de la terrible situación. Recuerdo que el día anterior a su muerte lo fui a visitar, al despertarse de los efectos de los sedantes que le administraban me vio y sonrió mostrándome sus dos incisivos graciosamente separados y me pidió si podía hacer algo para que el televisor le quedara más a la altura de los ojos, que tal y como estaba colocado tenía que forzar el cuello. Le dije que sí y se me ocurrió sacar el cajón del mueble para que sirviera de alza para el aparato. La ingeniosa solución le puso muy contento y me hizo el gesto del pulgar hacia arriba, muy característico de él. Al cabo de un rato llegaron sus hijos Anna, Xavi y Miquel. Recuerdo que se enfadó porque no habían traído buñuelos para las enfermeras. Hizo que Xavi llamara deprisa a la pastelería para que los fueran preparando para irlos a buscar. A lo que me presté voluntario para así dejarle a solas con sus tres hijos. El día siguiente, debían ser las 9h30 de la mañana que me dirigía a Sitges a llevar un pedido para después de regreso ir a verle, cuando sonó el móvil. Era Sito, me comunicó que “El Mestre ja no hi és.”
El entierro fue multitudinario, como se esperaba, sonaron dos canciones de su amigo Pau Riba que no pudo venir por problemas de salud y que también falleció una semana después. Hubo discursos muy bonitos recordando cómo era, genio y figura. Sito estaba abatido igual que muchos de nosotros, no podía contenerse las lágrimas. Él o yo hubiésemos tenido que subir a decir unas palabras; él no estaba en condiciones y yo no encontré la fuerza para decidirme a hacerlo. Desde aquel día, por culpa de mi timidez, me siento avergonzado de no haber estado a la altura que el momento requería, y decir ante sus familiares, amigos y allegados unas simples pero sentidas palabras que expresaran lo mucho que lo he querido. Debía, pero no hice nada; me quedé allí de pie apoyado contra la pared tratando de concienciarme que ya no estaba entre nosotros, que ya no lo vería más. Por eso he querido dedicarle un capítulo de este libro, que estoy seguro de que si hubiese tenido la ocasión de leerlo se hubiera sentido, no solo orgulloso como buen amigo que era, sino también animado a escribir unos cuantos capítulos juntos. Va per tu amic.
Teresa Martorell
Bonic i emotiu Santi!!!
Santi Grimau
Moltes gràcies Teresa
Alex Voinea
Muy bonito tu emocionante tu relato sobre tu gran amigo Messi.
Eres un buen amigo y gran persona Santi y el lo sabe aunque no hablaste en su entierro. Un abrazo y espero verte pronto!
Santi Grimau
Muchas gracias Alex
anna
M´ha encantat Santi!!! hauries d´escriure un llibre sobre ell, xq tens raó que era diferent únic i entranyable, tot i que igual amb un sol llibre no en tens prou.. peruqe era molt inquiet!!! igual necessitaras fer una saga…
Santi Grimau
Moltes grácies Anna 🥰 Tens raó, amb un sol llibre n’hi hauria prou. Era fantàstic, entranyable i sempre ens sorprendía.