Moltes gràcies Rafael Borràs per recordar-me aquestes anecdòtes viscudes ara fa ja quants anys al restaurant El Greco. I gràcies, naturalment, per citar-me a les teves memòries, certament molt interessants, és un gran honor.
Tots dos vam patir, tu infinitament més que jo, els despropòsits del senyor Lara, “genio y figura hasta la sepultura”; encara que a mi em feia riure molt i quan es tornava molt pesat sempre hi havia la seva esposa Maria Teresa, que em salvava dient-me amb els ulls: “no li facis cas, tu digues-li que sí“.
Ara em vé a la memòria el dia que es va encaparronar en sopar una tortilla española. Tot va ser perquè en Josep Maria Rodenas que era el seu cambrer, gairebé personal, el dia abans, com a detall, li va servir un tros de truita de patata d’aperitiu que havíem fet per sopar el personal. Val a dir que no teníem la truita de patata a la carta ni tampoc estàvem disposats a fer-li, pel principi que si cada clients es posava a demanar el que li passés pel cap, el Xef de cuina i tota la brigada de cuina em presentarien la dimissió en acabar el servei.
Així doncs, acostumat a aconseguir sempre el que volia i maquiavèl·lic com era, va demanar-li, en un primer intent, a en Josep Maria Rodenas si li podíem fer: “una tortiza qué eztá mu buena”. El Josep Maria, molt intel·ligentment, portava molta mili, li va dir que sí, que otro día se la hacemos señor Lara, però que avui li havíem comprat les seves carxofes i patates bullides i que li prepararia el seu puré, preparat davant seu en un gueridó com cada vespre, on supervisava les proporcions de patates i carxofes, inclòs el raig d’oli, fent gestos acquiescencs amb el cap i aixecant la mà quan creia que estava del seu gust.
Permeteu-me una disgressió: recordo el primer dia que em va demanar: “Zanti! quiero pa mañana papas y alcachoas hervías con azeite” Jo, estupefacte, li vaig dir que carxofes al mes d’agost era impossible però rapidament María Teresa em va mirar i amb un dit em va fer una senyal perquè m’apropès i em va dir a cau d’orella: “Santi, fes-li amb carxofes de conserva, no notarà la diferència” I així va ser com cada vespre, durant uns quants estius que de primer plat li axafavem a la forquilla una patata bullida acompanyada d’uns cors de carxofes de llauna bullits; el segon plat era un peix a la planxa sense cap espina; llavors en Josep Maria es posava les ulleres no fos que quedés alguna espina i acabés el servei decapitat.
Torno al relat. Fracassat el primer intent, em tocava a mi – Jozé María, llama a Zanti que venga. Ja em veies a mi explicant-li com funciona una cuina: que tot necessita una “mise en place” molt precisa per garantir servir 50 comensals, és a dir 150 plats com a mínim comptant les postres, en només una hora i mitja I que ocupar un foc per fer una truita de patata en plé servei era inviable, que un altre dia en tot cas li faríem. Una vegada dit això i no havent rebut ni tant sols un comentari per part seva, m’allunyo de la taula, tot vigilant-lo de reüll, sabent que, naturalment, no havia quedat gens convençut ni satisfet, i segurament, també una mica encabronat.
Tot d’una es va aixecar! Era la primera vegada! Mai s’aixecava, sempre venia amb les seves necessitats fetes ja que li costava molt caminar, i anar fins al servei del restaurant l’obligava a baixar unes escales. Tot l’equip de sala es va aturar, tots els clients es van tombar; hem de tenir en compte que era un home molt gran i molt imponent. Ràpidament, en Josep Maria va anar a atendre’l i sembla ser que li va demanar si el podia ajudar a baixar els esglaons de les escales. Un cop creuat tot el menjador i iniciant la baixada, l’equip de sala va continuar amb el servei i els comensals van deixar de prestar-li atenció i van continuar sopant i conversant. I ara ve lo bó! m’avisen que el senyor Lara és a dins de les cuines! s’estava dirigint directament al xef de cuina.
– Buena noche! ¿quién es el chef?
– Buenas noches señor Lara, soy yo.
– ¿Cómo te llama?
– Rafael, señor Lara
– Rafaé, ¿de ónde ere?
– De Granada, señor Lara.
– Anda por Dio! Cómo yo! paisano!! ¿Verdad que tú me va azé una tortilla de papas?
– …
I amb un bitllet de 5000 Pessetes amagat a la mà li va donar la mà.Al cap d’una estona va aparèixer una truita de patata a la sala!
Aquesta anècdota ens pot donar una idea de la persona que era el senyor Lara, tot un personatge, que va ser capaç de crear un gran imperi editorial com va ser Planeta.
Moltes gràcies Rafael de nou per fer-me recordar aquests temps. Ha estat un gran plaer llegir el teu llibre “La razón frente al azar” Memorias de un editor, tercer volumen. Una abraçada amic!
A continuació les mencions on apareixem en el llibre:
El día que el bacalao estaba salado.
Tiempo atrás Carmen Balcells me había comentado, bromeando sin duda alguna, que en tanto Mercedes Salisachs no la invitase a su casa consideraría que no había triunfado en la vida. Pensé que nada más fácil que remediar aquella frustración, que yo no podía considerar sino como una boutade. La incluí en la lista, pero se pasó toda la velada sentada al lado de Manfred Grebe, entonces el mandamás de Plaza & Janés; con Mercedes sólo cruzó la palabra al llegar y al marcharse. ¿Orgullo? No lo creo; posiblemente inseguridad.
Otro día la invité con su marido, Luis Palomares, a almorzar en Sitges; llegó a casa cargada de regalos para Isabel, desde perfumes a grabaciones musicales, lo que me dejó un tanto apabullado; tras el aperitivo -en el que me cuidé que no faltasen las butifarras, blanca y negra, de La Garriga, que sabía eran una de sus debilidades-fuimos a mi base de operaciones en Sitges, El Greco; pensé que una carta extensa garantizaba que Carmen comiese lo que le apeteciese.
Allí advertí a Santi Grimau, que como responsable del restaurante siempre me hacía quedar bien, que se esmerase, y a fe que lo hizo. Pero en tanto nos pasaba la carta de los postres, Santi, muy en su papel, le preguntó a Carmen cómo había encontrado el bacalao que había pedido como plato fuerte. Su respuesta me dejó frito:
-Salado.
Vaya por Dios. Todo aquello -los regalos para Isabel, la impertinencia para con el chef- no me pareció una muestra de prepotencia ni de desprecio hacia el personal, sino de inseguridad muy cercana a la osadía de los tímidos.
En Sitges, con José Manuel Lara Hernández aleccionando a Charles T. Powell
El verano de aquel año Isabel y yo estrenamos casa en Sitges, donde va teníamos un pequeño pied a terre desde 1983, e invitamos a Charles y a Sylvia a compartir con nosotros unos días de asueto. Les presenté a Lara y a su mujer, María Teresa, que pasaban allí el mes de agosto, y Lara nos invitó a almorzar a los cuatro en el Hotel Calípolis -donde se comía fatal-; yo había tenido la precaución de no descubrirle el restaurante El Greco, regido por Santi Grimau, del que Isabel y yo éramos habituales desde hacia casi diez años, a fin de evitar que las vacaciones de estío fuesen una prolongación de las jornadas laborales dejadas atrás, pero al terminó por descubrirlo por sí mismo -allí, en el Libro de Honor, el 23 de agosto de aquel año dejó escrito: Una pancha bien comida y bien vevida es una pancha agradecida-.
Mesas separadas
Meses después, el 4 de agosto de aquel año -viernes, cómo no- ya instalados en Sitges, Isabel y yo cenamos en El Greco con su hermano Manuel Blancafort y su mujer, Luisa San José, amigos y convecinos. Como he contado al hablar de los días compartidos con Silvia y Charles Powell en agosto de 1991, El Greco, regido entonces por Santi Grimau, era nuestro restaurante habitual, al que Lara se apuntó cuando se decidió a veranear allí; los estíos anteriores nos habíamos privado del sitio para nosotros tan grato a fin de no coincidir, pero después de mi salida de Planeta me pareció absurdo abstenernos en verano de un lugar del que éramos asiduos casi todos los fines de semana; si la veteranía se consideraba un grado, yo era más antiguo en el restaurante que mi antiguo patrón.
A la media hora compareció Lara con María Teresa, que fue conducida diligentemente a la mesa que tenían reservada; Lara
andaba ya entonces con bastante dificultad, apoyado en un bastón con puño de oro, y quedó un tanto rezagado; al final de la terraza, donde estábamos, antes de alcanzar el comedor interior, que era donde acostumbraba a yantar, levantó la vista y me descubrió, y la escena de los sollozos en los que prorrumpió, parado allí entre unos comensales más que sorprendidos, algunos de los cuales le reconocieron aunque no lo conocieran, fue para todos patética.Me armé de valor y me levanté –Ya te pillaré, ya-, pero al ir a darle la mano se me echó materialmente encima y por poco terminamos los dos en el suelo, pues al intentar abrazarme descuidó su punto de apoyo. No entendí, por supuesto, nada de lo que me dijo, ni creo que él estuviese en condiciones de entender nada de lo que le dije yo; en cualquier caso, un par de camareros me ayudaron a acomodarlo en su mesa, donde saludé a María Teresa, y volví a la mía.
Al término de la cena, la nuestra, se acercó Santi Grimau y me bisbiseó:
-Señor Borràs, el señor Lara está muy afectado.
-Sí, eso parece -le contesté.
-Me ha explicado -añadió con un deje de afectuoso reproche que no ha digerido aún el gran disgusto que ha tenido por el hecho de que usted decidiese dejarle y marcharse de Planeta para irse con la competencia.
A aquellas alturas –Rafaé, yo no puedo interferí en la desisione de Fernando– ya nada podía soprenderme, y le respondí a Santi que otro día le explicaría mi versión; desde siempre he sabido que el punto de vista del verdugo es distinto del punto de vista de la víctima, pero intentar demonizarme a ojos de terceros -a los que todo aquello les era ajeno-, intentar convertirme en el malo de la película, me pareció un tanto excesivo; en cualquier caso le advertí a Santi que aquel mes de agosto no frecuentaríamos El Greco: si Lara estaba dispuesto a ofrecerse en espectáculo cada vez que coincidiéramos yo estaba decidido a no secundarle. Fue el último verano, que yo sepa, que Lara veraneó en Sitges, donde nosotros hemos seguido hasta hoy, tantos años después, aunque El Greco, maldición, se haya convertido, en otras manos, en una pizzeria.

Joan Garre
A la vista de lo publicado por Rafael Borrás, te invito a que acompañes la venta de tus cuidados y bien elaborados productos, además de “con amor” cosa que ya haces, con alguna etiqueta adicional que dirija a los consumidores a esta página de “Historias del Greco” y que la vayas “alimentando” con nuevas historias, que permitan hacer volar el imaginario, mientras tu foie gras deleita los sentidos. Un gran abrazo Santi.
Santi Grimau
Hola Joan,
Muchas gracias por tus amables palabras y en animarme en escribir historias del Greco. Procuraré no defraudaros y a ser posible procurar sacaros alguna sonrisa. Un abrazo!
Frederic
😂😂👏👏👏👏
Frederic
Moltes gràcies. Quins records…. Molt interessant la truita … i el bacallà salat…
Santi Grimau
Quin personatge el Lara, veritat? 😂