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El día que Mijaíl Gorbachov visitó El Greco

Santi Grimau

El día que Mijaíl Gorbachov visitó El Greco

Cruce de miradas

Fue una visita totalmente inesperada y, seguramente, improvisada porqué todavía hoy en día no sabemos por qué ni a quién se le ocurrió que Gorbachov comiera en El Greco aquel mediodía del domingo 12 de septiembre de 2004.
Recibimos una llamada telefónica, reservándonos una mesa para 6 y otra para 3 a nombre de una persona que sinceramente no recuerdo, avisándonos de que tendríamos el honor de recibir a una personalidad de ámbito mundial. Lejos de imaginarnos que una personalidad tan admirada y respetada como el que fue último presidente de la Unión Soviética, precursor de la Perestroika, nos honraría con su visita. Me enteré hace pocos días de que el Ayuntamiento de Sitges no tenía constancia de la visita, de ahí que me animara a escribir esta historia. Toni Hernández, jefe de protocolo en aquellos años, desconocía tal acontecimiento. Fue a razón de que Toni y su pareja me visitaran en mi obrador, con el fin de aprovisionarse de foie gras para estas fiestas navideñas. Tras preguntarle si recordaba tal visita nos percatamos de que el Ayuntamiento la desconocía por completo. Tres días más tarde me telefoneó asegurándome que después de consultar con el Ayuntamiento, le podían asegurar al 95% de que Gorbachov no había puesto nunca un pie en Sitges. A lo que yo le respondí: – No Toni, te puedo asegurar al 100% que sí, que Gorbachov estuvo en Sitges; tengo una prueba documental, su dedicatoria en el libro de honor de El Greco y testimonios que lo pueden confirmar.
El domingo siguiente, suele ser mi día menos ocupado, me enzarcé en encontrar el notorio libro. Por ser un libro importante sabía que no lo podía haber perdido, pero, otra vez volvía a no tener ni puñetera idea de dónde lo había guardado. Ya me había pasado en otra ocasión que tuve que buscarlo y tardé meses en localizarlo. Recuerdo que incomodaba a amigos y conocidos preguntándoles si por casualidad les había prestado el libro y si, por algún descuido, no me lo habían devuelto. Desde aquí les pido perdón, el libro fue prestado y bien devuelto y el que nunca se acuerda donde lo guarda soy yo.

 

Libro de honor del restaurante El Greco

Libro de honor del restaurante El Greco

 

Gorbachov tenía bien merecido su apodo “Gorbi” por ser una persona afable, divertida, encantadora, aparentemente cercana y con un epatante savoir faire. Pero sobretodo con una seductora sonrisa a la que pocos podían negar nada. Apareció a la hora acordada, deteniéndose a la puerta del restaurante tres vehículos negros y lujosos. Del primero, bajaron tres hombres fornidos vestidos con americanas de talla XXXL que enseguida rodearon al coche que les seguía. Abrieron las puertas y del segundo automóvil se bajaron tres personas, entre ellas el expresidente Mijaíl Gorbachov. Se juntaron con las tres personas que iban en el tercer vehículo y entraron todos escoltados por los guardaespaldas. Uno de ellos me instó a que alguien le mostrara las cocinas y resto de dependencias, incluyendo puertas de acceso. Encomendé la tarea a quien en aquel momento tenía más cerca y acompañé al resto de la comitiva a una mesa de seis que habíamos reservado junto a la mesa de tres destinada a los guardaespaldas. Supusimos que los chóferes de los tres coches no tendrían la suerte de comer en El Greco aquel día porque los sedanes desaparecieron al acto y no los volvimos a ver hasta el final de la comida.
Una vez instalados, en la mesa redonda que podéis ver en la foto, fui entregando las cartas a los comensales que eran, naturalmente, el Sr. Gorbachov, su intérprete, su guardaespaldas personal, una señora y dos señores, los tres catalanes, que no tuve el placer de saber quienes eran. La intérprete, muy amablemente, me dijo que al expresidente le gustaba mucho el pescado a la plancha, así que les aconsejé que, para la ocasión, les podríamos preparar una parrillada de diferentes pescados y mariscos a la plancha acompañada de salsa tártara y romesco a lo que estuvieron todos de acuerdo. Y de primero, una selección de diferentes foies gras caseros a lo que Gorbachov al escuchar la palabra foie gras dijo: “foie gras, da! da!”. La intérprete también escogió el mismo menú para los tres guardaespaldas acomodados en la mesa de al lado.

 

Comedor interior del restaurante El Greco

Comedor interior del restaurante El Greco

En el restaurante El Greco teníamos la costumbre de servir una copa de cava y unos amuses bouche o amuses-gueule como se suele decir en Francia. Y parece ser que el cava brut nature que servimos gustó mucho al expresidente porqué nos solicitó una segunda copa tras retirar las cartas. Y una tercera al poco de servir el pan. Fue cuando tras apercibir que el expresidente gozaba de unos mofletes coloreados y que siempre se mostraba contento por naturaleza, pensé que lo mejor que podía hacer era tener una botella de cava en una cubitera cerca, para así poder ir llenándole la copa cada vez que la vaciaba. Allí me percaté que los mofletes y la nariz roja tal vez no eran sólo obra de la naturaleza.
Recuerdo que fue una comida muy distendida en la que Mijaíl Gorbachov se lo pasó en grande intercambiando risas y comentarios jocosos con sus acompañantes. Entre ellos, a su derecha, el único que no reía, su guardaespaldas personal que tenía un maletín cuadrado de piel con rebordes de acero junto a su silla en el suelo. En una de esas vueltas a la mesa, que solemos dar los camareros para servir los vinos y las aguas, mi pie tropezó contra el maletín propinando un golpe que no sólo me dolió sino que el maletín no se movió ni un centímetro de lo pesado que era. ¡No me quiero imaginar el arsenal que debía contener el maletín!

 

Firma de Mijaíl Gorbachov

Firma de Mijaíl Gorbachov

La anécdota en sí, porque hubo anécdota, es que en este soleado domingo de septiembre, en el que la gente estaba mayormente en la playa disfrutando de los últimos y mejores días del verano dándose un baño, el restaurante estaba muy tranquilo: algunas mesas en la terraza, las dos en el interior del expresidente, un par más de dos parejas y otra mesa en la cual estaban comiendo mi madre y mi hermana. El azar quiso que las posiciones de las sillas, tanto la de Gorbachov como la de mi hermana Anna, propiciaran cruces de miradas. A lo que sucedió lo que sucedió: que Gorbi empezó, a una distancia de unos ocho-diez metros, a decir en voz más alta de lo normal, que mi hermana era una mujer muy bella, naturalmente todo traducido por la intérprete, que tenía una bonita sonrisa, unos ojos preciosos etc. Apenas un minuto duró el halago pero suficiente tiempo para crear una situación como mínimo curiosa y divertida. Pero la cosa no quedó ahí. Al finalizar la comida -Gorbachov se había tomado dos botellas de cava él solo-, se levantaron todos de la mesa y tras dar las gracias el expresidente personalmente a todo el equipo, se dirigieron hacia la puerta de salida a la terraza y a la calle donde los coches negros habían aparecido de nuevo. Pero al llegar a la mesa donde estaban mi madre y mi hermana se detuvo, y tras honrar a mi madre con un besamanos, alzó los brazos como si se tratara de una proclamación y dijo en ruso, que traducido por la intérprete vino a decir que: “no me iré de aquí hasta que esta bonita mujer no me dé un beso” Tras lo cual, sin dilación, mi hermana se levantó, le dio dos besos y un abrazo.
Vino, comió y se fue. Había estado el día anterior, Diada de Catalunya, en Barcelona, como conferenciante en el Forum 2004, en calidad de presidente de la organización ambientalista Green Cross, donde fue recibido con todos los honores. Los asistentes disfrutaron de una conferencia en la que Gorbachov tuvo de compañero conferenciante a Jean Michel Cousteau, hijo del legendario Jacques Cousteau, y donde instó a que las tropas de “los países cristianos” abandonaran Irak y que éstas fueran sustituidas por otras de naciones musulmanas como condición para resolver el conflicto. «Sadam ya no está, pero las tropas siguen ahí». Naturalmente, como nos han confirmado los hechos que acontecieron en Irak, años más tarde, no le hicieron ningún caso, y no fue por falta de savoir faire.

Muchas gracias por leerme.

Se agradecerían comentarios 🙂

Santi Grimau

12 comentarios

  1. Rafael i Herminia

    Ostres que guai. Una abraçada molt records.

  2. Manel Toral

    Santi, desconeixia el fet, va ser una bona experiència, en un restaurant entranyable i ben afamat.
    Queda per el record.
    Una abraçada amic

    • Santi Grimau

      Hola Manel, doncs sí. Ha passat molta gent il·lustre pel Greco i sempre ha estat molt il·lusionant veure’ls d’aprop i poder xerrar una estona. Però l’àuria del Gorvatchov era d’una altra dimensió. Una abraçada.

  3. Frederic

    Gorbachov, ya son palabras mayores. Normal que le gustase El Greco, era el mejor restaurante de Sitges. Saludos

  4. Joaquín

    Otra historia súper interesante. Esperando las siguientes.

  5. Ana

    Al contrari: el plaer en llegir-te és meu.

    Sens dubte, aquesta visita que t’agraeixo que l’hagis volgut compartir, és fruit de la teva trajectòria professional, de la qual en pots estar ben orgullós.

    Enhorabona, Santi

  6. Muy buena la historia de la comida de Gorbi !

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Greco Foie Gras